Catacombes Catacombes Catacombes

“No hay ciudad más propensa que Eusapia a gozar de la vida y a huir de los afanes. Y para que el salto de la vida a la muerte sea menos brusco, los habitantes han construido una copia idéntica de su ciudad bajo tierra. Los cadáveres, desecados de manera que no quede sino el esqueleto revestido de piel amarilla, son llevados allá abajo para seguir con las ocupaciones de antes. De éstas, son los momentos despreocupados los que gozan de preferencia: los más de ellos se instalan en torno a mesas puestas, o en actitudes de danza o con el gesto de tocar la trompeta”


Las ciudades y los muertos, Las ciudades invisibles, Italo Calvino

 

Capítulo 1

Un mundo paralelo

La otra cara de París se encuentra a 30 metros bajo el suelo. 300 km de galerías permiten, a quienes acceden a ellas de forma ilegal, realizar exploraciones con el agua hasta la cintura, visitas clandestinas a bunkers de la Primera y la Segunda Guerra Mundial y muchas otras actividades. La gran mayoría de los turistas que visitan la ciudad e incluso muchos de sus habitantes desconocen lo que ocurre bajo sus pies.

 

Capítulo 2

El viaje incierto

Las linternas no son metáfora de un viaje incierto. Son el principal recurso de una marcha que se hace estando rodeados de oscuridad y humedades. Las catacumbas son un fondo oscuro, como boca de lobo: unas linternas arrojando chorros de luz alivian el pozo ciego. Vivimos en común, sí, y sólo porque compartimos recursos e itinerarios llegamos al final. Comparar la marcha subterránea con la existencia es una imagen tópica y repetida, inevitable. Pero, bien mirado, el viaje del subsuelo es más o es menos que el trayecto vital.

 

Capítulo 3

Perderse bajo tierra

De la existencia salimos agotados y con los pies por delante, pronto cadáveres y huesos. Del subsuelo se sale cansado y vivo. Entramos por un punto y salimos por otro distinto: sólo dos alcantarillas. Pero, ¿qué pasa si no llegamos a salir?

 

Capítulo 4

Sous les pavés, la Plage

Si el espacio subterráneo es un lugar por el que transitan los vivos, esos que se aventuran, entonces ello significa que los difuntos sobreviven y conviven: son nuestros vecinos. No están propiamente muertos y no están propiamente enterrados. Si los vivos pululan por los corredores funerarios, si los contemporáneos comparten espacios, entonces la muerte no es un fenómeno rancio. O negado. Es, por el contrario, un dato cotidiano, cultura material de cada día.

 

Capítulo 5

La guerra

Pero el lugar de la muerte es también sitio de supervivencia: a lo largo de la época contemporánea, las Catacombes sirvieron de refugio, de búnker. Allí se ocultaron franceses e invasores, parisinos y alemanes que se defendían. Ahora las instalaciones están prácticamente destruidas y la gendarmería no puede garantizar el buen uso y la custodia de los restos humanos y materiales. Por esa razón y por otras, bajar al subsuelo está prohibido salvo en un espacio restringido convertido en museo de las catacumbas. Allí podemos confirmar nuevamente lo que somos: un montón de huesos apilados, residuos que merecen recuerdo y atención.

 

 

Capítulo 6

La rehabilitación

Ya desde la apertura del museo, fueron muchos los intrépidos que quisieron investigar y descubrir qué es lo que había más allá de los límites de la exposición de huesos. Desde este momento podemos decir que aparece la figura del cataphile. El interés en explorar el subsuelo de París se convertiría en algo habitual, pero siempre como una actividad oculta mantenida en secreto. Hasta 1955 no existía legislación alguna para evitar la entrada de personas en las galerías.

 

Capítulo 7

Cementerios subterráneos

Las catacumbas de París son antiguas canteras romanas, lugares de los que se extraía piedra para construir. Datan de la Antigüedad, de una era remota, pero desde el siglo XVIII tienen nuevos usos. Fue entonces cuando por orden municipal se convirtieron en osario, en cementerio del subsuelo. Bajo la urbe, otra ciudad de muertos irá creciendo desde el Setecientos. Cientos, miles de fallecidos tienen allí su sepultura, rodeados de calaveras enteras o fracturadas, con huesos completos o astillados.

 

Capítulo 8

La muerte

La muerte la hemos apartado, alejado, y a los muertos los hemos hecho desaparecer de las ciudades. Fuera, en camposantos que parecen parques y recintos arquitectónicos. Pero en las Catacombes los difuntos están a nuestros pies, ahí mismo, sin lápidas que cubran y sin mausoleos que los distingan y dignifiquen.

 

 

 

Capítulo 9

Raves subterráneas

Es sobre todo a partir de los años 80 cuando se produce un auténtico boom de las Catacombes en París. Las galerías se convierten en un sitio de moda, en este momento todas las entradas están abiertas, nadie vigila su interior y cada noche se organizan fiestas y actividades. Es un momento en el que las galerías se convierten también en un sitio peligroso. Al ser un lugar sin vigilancia y abierto a todo el mundo, hay grupos de gente que se dedican a entrar, esconderse y atracar a aquellos novatos exploradores.

 

 

Capítulo 10

Volver a casa

En la actualidad la gran mayoría de las entradas están soldadas. Únicamente quedan abiertas 3 o 4 que van variando de lugar, dependiendo del control policial. El ayuntamiento las sella y los cataphiles las abren. Es una persecución sin violencia que nunca cesa. Pese a la disminución de las entradas y salidas, las galerías continúan recibiendo gente. El número de exploradores se ha reducido notablemente respecto a la década anterior, pero no podemos decir que haya desaparecido el movimiento cultural de exploración urbana.